miércoles, 15 de septiembre de 2010

Dos apuntes literarios à la Gombrowicz

Lo reconozco: soy un infame.

Siempre he tenido la sensación de leer más despacio de lo que desearía. Me fuerzo a leer más rápido, especialmente poesía y así llegan las fusiones entre palabras, la elaboración de un texto paralelo no escrito construido a partir de elipsis y ausencias. Así que -imaginaros la situació- aquí estoy, delante delante de un libro de Kjell Askildsen titulado Últimas notas de Thomas F. para la humanidad con mis dos ojos vizqueando, compitiendo por llegar antes a final de linea. Dos lineas. Tres. Lectura en diagonal. Subraya esa frase necio, que es importante. No se sabe cuando estarás citando a alguien, como nos recuerda Gombrowicz en Trans-Atlántico, así que mejor ser tú el pedante. Pues en estas andamos cuando Askildsen escribe (bueno, ya estaba escrito, pero yo actualizo el texto con mi mirada, si os apetece pensarlo así):

Hacía tanto calor que creí poder ponerme calzoncillos cortos, pero al ir a por ellos, me acordé de que los había tirado el año anterior en un ataque de melancolía.

Y yo, en virtud de mi método de lectuea, interpreto:

Hacía tanto calor que creí poder ponerme calzoncillos cortos, pero al ir a por ellos, me acordé de que los había tirado el año anterior en un tanque de melancolía.
Eso era lo que quería contar. Aquí, en Madrid, hace un calor de aupa. Por contra, sé que en Argentina hace ahora mismo frío así que he metido a la maleta unos calzoncillos apretados y largos a mas no poder. No soy tan necio como Askildsen, pero tampoco tengo muchos calzoncillos: me tocará repetir como un guarro que soy.

***

EN DICIEMBRE DE 1978 hice el amor con una muchacha punk. Decir "hice el amor" es un decir, porque el amor ya estaba hecho antes de mi llegada a Londres y aquello que ella y yo hicimos, ese montón de cosas que "hicimos" ella y yo, no eran el amor y ni siquiera –me atrevería hoy a demostrarlo–, eran un amor: eran eso y sólo eso eran.

Así comienza el recién fallecido Fogwill su antológico cuento: La muchacha punk. La última sentencia -eran eso y sólo eso eran- es toda una sentencia filosófica de amplio calado metafísico.

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